jueves, 14 de enero de 2010



No decía palabras,
acercaba tan solo un cuerpo interrogante
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya pregunta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.
La angustis se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
Un roce al paso,
una murada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque solo sea una esperaza,
porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.
Luis Cernuda.(L)

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